viernes, 27 de noviembre de 2009


Hace poco he ido al oculista, especialista en ojos y miradas.


En mi caso así ha sido, ya que nada más verme, ha deducido de forma acertada, que hacía como unos tres años que no iba a una revisión, y eso que no me tenía fichada.

La visita ha sido de lo más interesante.

Se trata de una clínica, muy bien montada, tipo americana, con una gran sala a la entrada, custodiada por dos amables recepcionistas, con dominio de varios idiomas y muy simpáticos, cuestión que se agradece.

Parecía que estaba más en el hall de un gran hotel o en una agencia de viajes, esperando a que llegase mi turno.

Con lo despistada que soy, por un momento pensaba que estaba en la cola de un banco, ya que en el suelo estaba escrito la típica frase:” Espere su turno, gracias” y un camino con barras y cintas azules, a manera de guía por el trayecto de la fila.

Con esta primera visión de miope perdida, mis ánimos empezaron a flaquear, ya que pensé: ¿cuánto tiempo voy a estar aquí? Ya se sabe, que cuando se acude a una consulta médica, el tiempo sólo existe para los profesionales que te atienden, pero no cuenta el tuyo. Éste último se congela en ese momento y cuando vuelve a su estado original, ya ha transcurrido el tiempo suficiente como para prescindir de otros planes que tenía previsto realizar esa mañana.

Cuando por fin llega mi turno, al final no tuve que esperar tanto, el chico que me atiende me hace las típicas preguntas preliminares del tipo: ¿es la primera vez que viene? Tiene cita ¿con el doctor…? Y en ese momento me entrega una especie de plano- guía de la clínica, que me servirá para localizar la puerta de la consulta. En ese momento, mi reacción fue intentar ampliar mi campo visual, por encima de las cabezas allí presentes e intentar vislumbrar el fondo de la sala. Aquello pintaba mal, parecía que no tenía fin.

Así que mirando el folleto sólo atiné a decir: “ Así que también tengo que hacer un cursillo acelerado sobre cómo orientarme en la clínica” El chico me sonrió y me dijo por donde tenía que ir, en dos palabras: a tomar por.., en el último punto del edificio, (éste ocupa toda una manzana,) y me comenta que lo del folleto, es sólo para entretenerme, mientras espero. Si lo llego a saber, me hubiese llevado un libro para leer, aunque bien pensado de poco me hubiese servido, visto cómo terminaron mis pupilas. Pero  esta cuestión la comentaré más adelante.

Después de recorrer prácticamente toda la manzana, desde su interior, localicé la puerta de la consulta. Aquello estaba de lo más animado: un pasillo de un color azul eléctrico, que lejos de relajar, te provocaba estrés ocular: paredes, puertas, asientos, techo, todo era azul chillón. Y para rematar dos pantallas de televisión bien grandes dispuestas en ambos extremos del pasillo, que tenían un Dvd sobre famosos paisajes, que lejos de estar sincronizados se repetían de forma insistentemente y que no pasaban de la presentación. Cada vez estaba más relajada, no sabía dónde mirar: si el monocolor del entorno o a la pantalla de la derecha o la de la izquierda…

Después de casi una hora de espera, se abrió una puerta y dijeron mi nombre.

No era la puerta de la consulta del doctor que me iba a ver.

Primero me graduaron la vista y seguidamente, me dilataron las pupilas con un surtido  de al menos cuatro gotas diferentes. Y una que es muy coqueta, antes muerta que sencilla, no tuve en cuenta que cuando se va al oculista, no hay que pintarse el ojo. Así que cuando las gotas sobrantes comenzaron a deslizarse por mis mejillas, éstas se llevaron por delante el rímel y el lápiz de ojos. ¡Menos mal que me dejaron unas gasas para limpiarme!

Cuando terminó esta primera fase de la visita, salí como pude de esta consulta y regresé otra vez al pasillo monocolor, que ahora me parecía más estridente y borroso. Parecía que  hubiese fumado de todo, ¡vamos que si me pilla la guardia civil en ese momento, me retira el carnet de por vida! Además de acusarme de un presunto delito contra la salud pública. Aunque de presunto, poco, con la mirada de perdida que tenía en ese momento.

Otra media hora de espera y por fin entro en la sala que yo tenía localizada desde el primer momento: el doctor vuelve a graduarme la vista, explora el fondo de ojos y cuando termina me dice que me siente en la silla de su escritorio  y de forma suave, me dice que no sabe cómo me las  he apañado durante estos últimos tres años…A lo cual yo le respondo: “ sufriendo poco, ya que para lo que hay que ver, aunque algunas buenas vistas también me he perdido.”

Menos mal, que el médico tenía sentido del humor y comprendió mi mensaje.

Una vez roto el hielo me dice: lo que tienes de nuevo: es vista cansada, además de tu considerable astigmatismo miópico”. Traducido: Los ojos también tiene DNI y al tuyo le ha llegado la hora de renovarlo.

Y en eso estamos, encargando nuevas gafas y preparando el bolsillo, porque no es una broma lo que cuestan. ¡Menos mal, que hasta dentro de tres años no tengo que volver!

Y mientras tanto, espero que estas nuevas gafas me proporcionen mejores vistas que las anteriores y que mis movimientos oculares, filtren y me ahorren las menos buenas.

3 comentarios:

  1. Dime donde está la clínica esa donde no hay ninguna mujer, es para no irrrrrrrrrrrrrrr, joe, no había caderas redondeadas, perfumes dulces, cabellos peinados, que todo eran hombros ampulosos, manos grandes y zapatos de un 40 para arriba.

    Quiero la dirección de esa clínica, repito para no ir, aunque tengo muy buena vista, dios me escuche y nuestra virgen santísima del traje de pana marrón me la conserve. Amén.

    Anda queeeeeeee, si al final, muy al final, muy al final, no puedes pasar si nosotros, ahhhh, por si no me conoces o no me captas, soy tio, claro está.

    muaaaaaaaaaaaaaaaaa

    Gurb

    ResponderEliminar
  2. Querido anónimo:
    Está claro que eres un tío. No hace falta leer entre líneas , para darse cuenta de las carencias que detectas en la clínica.
    Mujeres si hay, pero no me preguntes sobre sus caderas, perfumes, tipo de peinado...
    Mis ojos de momento, están entrenados para fijarse en el personal masculino. Casualidad o no, sólo me atendieron hombres.
    Respecto a si se trataba de hombres ampulosos,manos grandes y zapatos del 40, no me fijé especialmennte en esos detalles, aunque la cuestión de tallas y números, sí, es cierto, siempre importa, jajajajaja.

    Besos

    Se me olvidaba: los ojos del oculista eran muy bonitos y sus manos muy suaves.
    No te preocupes que ya te diré de una buena oculista, que sea de tu agrado, jajajajaja.

    ResponderEliminar
  3. Y a qué academia, escuela o facultad, fuiste donde te entrenan para mirar sólo a especímenes del otro sexo, o no sólo, pero si con más detalle.
    Tal vez si un hombre se fijara en una camarera tras una barra, en sus ojos, en sus manos y en su buen que hacer partiendo y sirviendo hielos en vasos a discrección, nos tacharíais de HOMMMBRESSSSSSSSSSSSSS!!!!
    Por que no veo diferencia en analizar a un recepcionista o a los que custodian la entrada con el ejemplo anterior de la camarera, claro que yo, si de idiomas se trata me gustaría (si pedir se puede) que domine el francés conozca el tailandés y no tenga ningún problema con el griego.

    En fin, querida astigmática miope, a tus pies, pues soy todo un caballero... por supuesto.

    muaaaaaaa.
    Gurb

    ResponderEliminar