jueves, 7 de enero de 2010



La noche nos confunde, o mejor sea dicho, perturba al personal masculino.

Cada vez que un hombre ( de los que yo conozco, ¿eh? no me gusta generalizar…) se ofrece a hacer de guía turístico ya sea en tierras desconocidas o en su lugar de origen, me echo a temblar. Pienso en mis sufridos pies y en pedir cita a mi podólogo.

Tenemos afición a las grandes avenidas, a los paseos en diagonal o en línea recta, pero camuflados en círculos concéntricos de varios kilómetros, y esta vez con nocturnidad y alevosía. Y todo por unos apetecibles churros, que nunca llegaron a su destino: nuestros estómagos, carentes de algo sólido, porque en cuestión de líquidos íbamos bien serviditos, aunque unos más que otros, para qué nos vamos a engañar.

Lo cierto, es que no aprendemos de las experiencias previas. Eso de reflexionar y tener en cuenta ciertas variables que nos conducen a perdernos, pero sin isla de por medio, no va con nosotros. Y eso que nos acompañaban dos psicólogos, por lo de la orientación espacial más que nada. Pero el que hacía de guía lo tenía muy claro: comer churros a toda costa. Daba igual si la churrería estuviese cerca del polígono industrial o si la hora de apertura fuese distinta a nuestro paseíto nocturno. Todo sea por dar gusto a los amigos.

Como en todo estudio de campo que se precie, se combinan peligrosamente unas variables que anteceden las conductas, absurdas y surrealistas, que es lo que mejor definen nuestros paseítos nocturnos. Y otras causantes del resultado final.

Respecto a las primeras, varias horas de bailoteo sin fin, en una macro discoteca, por cierto muy buena, a excepción del pincha discos, que esa noche, tendría otros planes, y dejó programada la música, de lo más simple, hortera, machacona y otras de padre desconocido.

En su selección cuidó especialmente que no olvidásemos cada una de ellas, ya que el nº de repeticiones, las distribuía de forma aleatoria, de forma que al final dudásemos si ya la habían puesto hace 5, 10 o 15 minutos.

Otra variable antecedente, los zapatos femeninos, por supuesto de tacón, no excesivamente escandalosos, pero tras cinco horas de pie y sin dejar de bailar o de sujetar la pared, como fue mi caso, tenían vida propia, suplicando un tiempo muerto.

A todo esto, hay que añadirle el estado de “shock” en que entraron una vez más, parte del personal masculino que nos acompañaba, ¡cómo no en la barra, y estudiando nuevamente el estilismo lencero de la camarera!

Por experiencias anteriores, he comprobado que llegado a este punto: copas, barra, camarera y escote, le restan agilidad mental y toma de decisiones lógicas, al personal masculino que más tarde harían de guías nocturnos.

Cuando por fin salimos de ese garito, no sé quién decidió que todos en amor y buena compañía, fuésemos a por churros. Aunque ahora que recuerdo, fui yo misma la que provocó en parte dicha situación, comentando ingenuamente, si el anfitrión del evento de año nuevo, nos iba a agasajar al día siguiente con un buen desayuno en la cama y con churros. Todo dicho insisto, de forma inocente y sin dobles sentidos. A lo que respondió con un ofrecimiento personal de un surtido variado de tipo de churros, por supuesto grandes, para todo el personal femenino allí presente. Sin comentarios...

El caso es que comenzamos a andar, unos más rápidos que otros, yo como siempre de las últimas, intenté calcular cuánto tiempo tardaría en poner mis posaderas nuevamente a buen recaudo aunque fuese en una silla espartana. Cálculo inútil, ya que tras varios kilómetros y dos paradas momentáneas del guía, como intentando trasmitir seguridad, la churrería en cuestión no aparecía. Justo cuando en la retaguardia vamos comentando que nuestro anfitrión se ha perdido, se gira en redondo y nos dice que no se acuerda de dónde está y se disculpa. Momento inolvidable. Acto seguido, nuestro segundo guía toma el relevo, y nos conduce de forma directa y sin tantos rodeos a casa. Es curioso, pero no precisaron hablar para intercambiar los roles de guía. Creo que les bastó observar y valorar la cara de cansancio del personal femenino.

Reventada y de vuelta para casa, con el estómago vacío y con un gran interrogante en mi cara, me preguntaba: ¿Ha pasado lo que creo que ha pasado? ¿Otra vez hemos hecho la carrera de San Silvestre, pero sin estar apuntados de forma oficial?

Ya en su casita, con el pijama puesto, con la cara lavada y con los patucos puestos, nuestro anfitrión nos compensó con un buen desayuno casero.

Ahora sólo me cabe preguntar: ¿Aprenderemos la próxima vez?

Pd: Todo lo aquí relatado, es ficción. Cualquier coincidencia con la vida real, es pura casualidad…



6 comentarios:

  1. JA
    JA
    JA

    Sabes que tendrás respuesta a algunas de tus consideraciones, aún está por decidir si en prosa o verso alejandrino... pero llegaráaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

    Mua

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  2. ¿Sólo un mua?
    Espero que tu respuesta, sea en prosa o en verso, sea desde el cariño, jejeje
    Dos mua para ti.

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  3. Jajajaja, Aqua. Lo importante es que al final hubo desayuno de los buenos, y que no perdiste los zapatos.
    Si, además, esto te sirve para aprender, noche redonda.
    Sigue pisando fuerte, amiga :)

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  4. Si es que te dejas llevar por cualquiera!!!!!!!!!!! Eso te pasa por seguir y fiarte de quien llegadas ciertas horas no sabe ni donde tiene la mano izquierda (porque le derecha la tiene a buen recaudo, con el cubata)jajajajaajajajaja.

    ARMONIA

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  5. Señor Armonía, usted siempre tan sensato:
    Será eso, que me dejo llevar. Tomo nota, y a partir de ahora, quien no pase una pequeña prueba de alcoholemia de elaboración propia, no le sigo. Aunque pensándolo mejor, puede que me quede sola y me pierda por el camino jajajaja Besos

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  6. ¡Ay Nusa! lo de perder los zapatos, todavía no me ha sucedido. Aunque me has dado una idea:a lo mejor que tengo que perder al menos uno, para que aparezca mi " príncipe azul". jajajaja Besos

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